«Cada persona, en su existencia, puede tener dos actitudes :construir o plantar. Los constructores pueden demorar años en sus tareas, pero un día terminan aquello que estaban haciendo. Entonces se paran y quedan limitados por sus propias paredes. La vida pierde el sentido cuando la construcción acaba. Y luego existen los que plantan. Estos a veces sufren con las tempestades, las estaciones, y raramente descansan. Pero, al contrario que un edificio, el jardín jamás para de crecer. Y, al mismo tiempo que exige la atención del jardinero, también permite que, para él, la vida sea una gran aventura» (Paulo Coelho, Brida).
«Nosotros - mi padre el primero -», declara David Filippi, hijo de Lido, el fundador del astillero Filippi, «somos de los que plantan. Porque nuestro producto nunca es el mismo que antes, y cada bote está diseñado para adaptarse a los atletas que lo usarán. Siempre buscamos las mejoras sugeridas por nuestros ingenieros, así por como la experiencia de nuestros técnicos y todo lo que vivimos y vemos durante las regatas».
El producto son los cascos de remo fabricados en el astillero de Filippi en Donoratico, en la costa toscana, en la parte norte de la Maremma. Fieles a la excelencia Made in Italy, estos modernos cascos de competición son como trajes a medida para el cuerpo, el peso y la actitud de cada atleta. Los botes tienen un encanto muy especial. Blancos con una franja azul, el color de las selecciones nacionales italianas, estos galgos de agua son capaces de cruzarla impalpablemente como si fueran movidos por el viento, pero lo suficientemente fuertes como para soportar el peso de los remeros, hasta ocho personas más el timonel, todos constituyendo una unidad.
Lo que hace de Filippi un producto increíble y fascinante es la historia humana de su fundador, Lido Filippi, artesano, diseñador y líder industrial. Nacido en la Italia rural justo antes de la Segunda Guerra Mundial, sus comienzos fueron difíciles, pero su determinación le llevó a convertirse en un embajador duradero de la excelencia italiana en todos los rincones del mundo. Las personas como él tienen duende: ese don italiano de la creatividad, reforzado en Filippi con una habilidad innata para ver el producto como un todo en cada detalle, lo que algunos llaman el ojo absoluto, y con una profunda pasión por el trabajo y una extraordinaria fuera de lo común. Tanto es así que hoy, treinta y ocho años después del comienzo de esta aventura, la compañía continúa creciendo. Parafraseando a los constructores y plantadores, este es un sector que está sujeto a diario al juicio inconstante del mercado. Un juicio que se forma en el agua donde las tripulaciones someten el casco de carreras a su máximo esfuerzo en una competición que, entre bastidores, involucra a los fabricantes de barcos en un desafío aún más formidable.